Evolución
tercera.
¿Qué
sabemos de la ley de la gravedad?
Newton
tenía la misma evidencia que cualquier ser humano, que las cosas
caían al suelo; y no es verdad que tuvo que esperar a que cayera una
manzana para formular su teoría de la gravedad; según las
biografías cuentan que estuvo pensando muchas horas seguidas
concentrado en su idea y sólo una manzana que cayó apartó su mente
de sus reflexiones.
Pensaba
en especial en qué mantenía a la Luna ahí, pensaba, entre otras
cosas, en por qué no caía a la Tierra como los objetos cercanos a
ella; algo que también, seguramente, se preguntaban muchos ya antes
de que él naciera.
Entre
los experimentos que describe Newton destaca el del cubo lleno de
agua atado a una cuerda, al que hace girar deprisa observando que el
agua no cae. Si la Tierra tiene una velocidad de traslación en una
dirección y sentido, esta velocidad podría ser la responsable de
que los objetos libres que pululan por la superficie del planeta no
“caigan” hacia el espacio. Sin embargo, no hace falta ser Newton
para darse cuenta de que la Tierra sujeta también a los objetos que
no son empujados en esa dirección y sentido, a los objetos libres de
toda su esférica superficie; así que si la velocidad fuera la
responsable o única responsable de esa sujeción (como sí podría
justificarse con el agua del cubo) las personas del otro lado del
mundo se “caerían”.
Descartado
eso, lo único que se le podía haber ocurrido a Newton o a cualquier
persona en esa época para justificar la caída libre de los cuerpos
(en el siglo XVII) es que la Tierra atraía las cosas hacia el centro
de la esfera de alguna manera.
El
que existe algo que hace “caer” las cosa es un hecho, el cómo,
es una suposición y, hoy en día, no es la única posible
suposición.
Si,
por ejemplo, Newton hubiera tenido alguna evidencia empírica de que
el Universo se expande, “se hincha”, podría haber barajado
junto a otras posibilidades la de que también la Tierra, como podría
ocurrir con todas las cosas materiales, se podría estar expandiendo
en todas las direcciones y sentidos vectoriales y empujando así a
las que entran en contacto con ellas, llegando de esta manera a
“atraer” (o a mantener unidas por ese empuje) a las que
estuvieran más cerca según la tasa de expansión de cada cuerpo.
Pero
surgen siempre pegas, cosas que no se explican bien del todo.
Con
la misma ley de atracción, donde se comparaba la Tierra con un imán,
surgía y surge una pregunta que hay que responder; la Tierra no está
hecha en su mayoría de material magnético, el granito, el
plástico... la mayoría de los materiales no son atraídos por los
imanes ni son magnéticos; por tanto hay una diferencia muy
importante con ese paradigma, no está demostrado que la Tierra nos
retenga del mismo modo que lo hace un imán, tiene que ser algo un
poco diferente, la fuerza es de otro tipo; de momento la fuerza de la
gravedad es mucho más débil que las demás y la más difícil de
explicar (realmente no se ha podido explicar bien todavía) a nivel
cuántico.
Ese
modelo que decía de la expansión lo he comentado con bastantes
físicos y matemáticos (siempre como una idea o modelo, no diciendo
“esto es así y no hay otra verdad”) y nunca nadie me ha
insultado ni me ha despreciado por ello, ha habido un diálogo
cordial. Los físicos y matemáticos actuales saben que la realidad
es algo muy esquivo y en muchas ocasiones existen distintos tipos de
aproximaciones a la realidad; no sólo una. Pero se elige alguna de
estas aproximaciones (y no siempre todos la misma, existen distintos
puntos de vista dentro de las teorías más aceptadas) y a partir de
ahí se formula un modelo matemático; que sirve para expresar el
resultado de las mediciones que se hagan en los experimentos y sacar
conclusiones. La aplastante mayoría son conscientes de que, mañana,
nuevos resultados empíricos podrían contradecir muchas cosas con
las que se trabaja hoy. Sin embargo, con restricciones, las teorías
que funcionaron en el pasado no dejan de funcionar de manera “local”;
aunque no sean verdades generales o sólo funcionen así en
apariencia. La física de Newton sigue sirviendo, no es necesario en
la mayoría de los cálculos cotidianos hacer correcciones
relativistas ni nada parecido; no importa que no sea “la verdad
absoluta”, lo que importa es que sirve para fabricar un aparato que
haga esto o que haga lo otro y para que, así, sigamos inventando
cosas útiles para desenvolvernos en este mundo gracias al avance de
la tecnología.
De
momento, tenemos una constante de gravitación “universal” que
funciona bien en los cálculos que se hacen respecto de cuerpos más
o menos cercanos a la Tierra (aunque es la constante física con más
incertidumbre o error en cuanto a su medición). Pero el Universo es
“infinitamente” más grande que el sistema solar; hay billones,
trillones, no sé, de sistemas que tienen que existir en teoría pero
que nadie ha visto todavía ni, por tanto, ha medido; se desconoce el
radio, la masa de sus estrella, la cantidad de cuerpos... porque
nadie los ha visto ni siquiera sabe nadie dónde se ubican
exactamente (hasta que se descubran algún día por medio de un
radiotelescopio o el aparato que sea). Podríamos encontrar algún
sistema en el que (por razones de densidad, por la masa relativa de
su estrella en comparación con los cuerpos circundantes o lo que
fuera) nos hiciera ver que el valor de la constante “G” difiere
más de la cuenta arrojando un error demasiado grande en su medición.
¿Saben
lo que implicaría esto?
La
edad del Universo es teórica, depende, entre otras cosas, del valor
de “G”; si algún día se encontrara que “G” cambia mucho en
un lugar remoto del Universo, no se podría seguir asumiendo como
Universal y los cálculos relativos al modelo cosmológico (edad del
Universo, densidad estimada, etc.) serían una incógnita. Porque
resulta que se supone que en el “globo” del Universo actúa la
misma “G” que en la Tierra o en los cuerpos más cercanos a ella.
La
gravedad de un cuerpo es algo que se puede calcular indirectamente;
por ejemplo, conociendo su masa, la de la estrella que orbita, su
distancia y su velocidad y tiempo en girar en torno a la estrella. De
ahí se puede deducir también la constante “G”; que para los
cuerpos observados del sistema solar tiende a un valor que es más o
menos el mismo para todos.
Pero
la medición directa se hace con un aparato llamado balanza de
torsión de Cavendish; y, ya digo, se produce una incertidumbre
considerablemente mayor que en la medición de la mayoría de las
otras constantes físicas (o así era cuando yo estudié).
Por
decirlo de forma rápida y simplificada, la balanza de Cavendish
simula un sistema planetario mediante dos bolas unidas por una
varilla que puede girar u oscilar. Esta varilla, junto a las bolas,
está colocada horizontalmente mientras que la gravedad de la Tierra
y la fuerza normal al plano no dejan de actuar también sobre las
esferas (verticalmente, sobre el “eje Y”, digamos). El que actúen
dos “gravedades” tan “juntas” sobre esas esferas complica el
poder sacar una conclusión teórica “limpia” (porque no es como
en los problemas simples de sólidos) pero lo cierto es que parece
que da un valor que se ajusta aproximadamente al que funciona (al
menos) respecto de los cuerpos cercanos o relativamente cercanos a la
Tierra.
La
cuestión es que es un experimento que realizamos sobre un planeta
concreto, con una masa concreta y que gira en torno a una estrella
que también tiene una masa concreta; y, por tanto, existen
interacciones que no se pueden suponer a priori universales; por
poder, sí se puede y se hace, pero porque no hay otra cosa a nuestro
alcance más que lo que tenemos relativamente cerca para observar
(son verdades restringidas). En el futuro tendremos más cosas para
observar y pudiera ser que surja la necesidad de cambiar; en física
se habla de teorías provisionales donde unas (como la física
cuántica) parecen ser más seguras que otras porque sus predicciones
se cumplen mejor y con más exactitud. La gravedad es la fuerza más
antigua conocida y a la vez más enigmática, la principal
responsable de que cueste tanto unificar la física.
Por
lo que yo he observado, y por las impresiones que he intercambiado,
los físicos no se preocupan en profundidad por someter a análisis
otras ciencias más alejadas de su campo; la mayoría lo hacen pero
superficialmente, como diciendo “yo no me meto en lo tuyo y tú no
te metas en lo mío”; o, quizá, es porque su interés por otras
cosas no va más allá de la mera curiosidad. Tal vez haga falta más
contacto, un debate científico más amplio y general.
Así
pues, como decía, la teoría de la gravedad parte de una suposición
inicial; hay una fuerza o algo que tira hacia dentro como un imán,
porque no se encuentra otra justificación, no porque se “vea”; y
hoy en día nadie dice que sea mentira absoluta, pero más adelante
surgen otras ideas, otros modelos (como pueda ser el de Einstein,
donde la gravedad es producida por una deformación del espacio, y
otros más).
Cuando
aparecen ideas nuevas, la mayoría de las veces, aparece junto con
ellas una fuerte oposición y tales ideas tardan en calar y en
ponerse en práctica (así como tardan en ser materia oficial de
estudio). Y no sólo pasa con teorías; cuando se inventó la luz de
gas, tardó un siglo en iluminar las ciudades más importantes del
mundo porque existían intereses por parte de las empresas que
fabricaban las velas; esto es algo que leí en un libro científico
mucho antes de que existiera internet, es algo contrastado, no
pertenece a las teorías de la conspiración de ahora ni lo he sacado
de ningún blog extraño (ni esto ni nada de lo que digo).
Los
jóvenes (y viejos también) profesores, los estudiantes, los
divulgadores científicos y, en definitiva, todos a los que interese
la ciencia, deben saber que el debate sobre la teoría de la
evolución y otras discusiones científicas no se ve afectado (o no
debería verse afectado) por la condición de ser creyente o no
creyente de nada; ya lo dije: el todo (conjuntos de universos o lo
que sea) o ha salido de la nada o ha existido siempre (o bien alguna
o algunas cosas han existido siempre pero no todas, perdón por no
haber matizado la otra vez que dije esto; todos caemos en trampas
lógicas y definiciones insuficientes sin quererlo). Si consideramos
la primera premisa y decimos que ha salido de la nada, ya da un
problema indecidible; habría que admitir que la nada puede producir
algo, cosa que nadie puede concebir, pues no existe energía,
materia, información previa ni nada previo. Parece que tiene que
haber existido algo desde siempre, aunque sea información a nivel
abstracto. Si ese algo ha actuado con voluntad (o inteligencia, si es
que alguien encuentra un definición buena para eso) o sin ella, no
es el primer problema a dilucidar; nos da igual, porque tanto si es
de una manera como de otra sigue siendo inexplicable. Y el que quiera
explicarlo, que lo explique, así nos reímos todos un poco (pero
cuidado, yo no me río de las creencias de ningún tipo ni descarto
nada que no pueda demostrar como falso yo mismo, me río de los
intentos vanos de explicar lo que no se puede explicar).
Lo
que podemos aceptar es lo que observamos nosotros directamente
(directamente, digo; aceptar observaciones de otros también vale,
pero ya se sabe lo que pasa, las hay contradictorias y también hay
quienes pueden decir que han observado algo y sólo nos están
contando las noticias que tienen de lo que dicen que han observado
otros).
Todo
esto se resume en una cosa: la conclusión más cierta y a la vez más
segura es la duda, la no conclusión, el “yo sólo sé que no sé
nada” atribuido a Sócrates (que ni siquiera lo dejó escrito
porque no dejó nada escrito o, si fue así, no se ha encontrado nada
directamente escrito por él, por tanto, ni siquiera es seguro que
dijera eso).
Es
importante conocer los datos históricos y más importante pensar en
las inseguridades que puedan implicar. El dogmatismo es directamente
proporcional al poco tiempo de reflexión, de conocimientos y de
investigación.
Pongo
aquí el enlace a un programa que uso de vez en cuando:
Es
muy potente, se pueden hacer con él ecuaciones diferenciales,
diofánticas... matemáticas aplicadas a la medicina, a la
economía... incluso a la música, Vengo usándolo desde hace años y
me sigue pareciendo una herramienta on line estupenda (hay otras que
también están muy bien, con las que incluso se puede programar en
on line y en distintos de lenguajes de alto nivel, pero con ésta
puede valer).
Con
este y otros recursos que contamos hoy ya no necesitamos ser máquinas
ni gastar días en hacer cálculos complicados; podemos comprobar en
muy poco tiempo la veracidad de unos datos o predicciones personales.
Los estudiantes y profesionales de ingeniería, física, etc.,
conocen estas herramientas, pero quizá no tanto los de otras
ciencias.
Y
quien dice profesionales o estudiantes, dice cualquiera que tenga
interés en investigar aunque sólo sea por inquietud, por saber qué
puede estar más cerca de lo cierto.
Pero
hay que aprender a usarlo; se puede emplear código latex o algunos
símbolos convencionales matemáticos de programación. Luego, si se
quiere comprobar si un número grande es primo, pues tendríamos que
poner, por ejemplo, “is 10039 prime?”. El programa nos puede dar
también la cantidad de primos que hay entre un número y otro
poniendo usando la frase; si le damos esto, por ejemplo
2,4,8,16,...
Nos
dirá que el enésimo término de la sucesión es es 2 elevado a la
“n” (y así con otras series). Pero hay que poner la coma antes
de los puntos suspensivos, si no, no sale...
Son
muchas muchas cosas que sólo se aprenden usando el programa,
investigando. Si alguien lo quiere usar primero tiene que aprender,
por muy “evolucionado” que esté.
Hablaba
en otra entrega de los niños salvajes que se crían con animales,
que no aprenden a hablar y no hay quien les enseñe después, cuando
son rescatados por sus congéneres. ¿Existen esos niños de verdad?
Por lo que he buscado, y por alguna noticia que leí hace muchos años
en el periódico, sí; pero una vez más, el dato no es directo, yo
no lo he visito. Vamos, sí, he visto películas, pero eso es como
ver documentales de hombres primitivos donde unos actores van
haciendo el mono.
En
internet encuentro este enlace, por ejemplo:
Pero
ya digo que para mí no es suficiente; me da seguridad, tampoco es
que dude muchísimo, pero necesito “tocar” para creer.
Y
resulta que busco y me encuentro a mí mismo; yo sirvo como hombre
salvaje. Imagino que, de repente, desaparecen del mundo todos los
avances que disfruto: no queda ni ese programa ni ordenadores ni luz
eléctrica ni libros ni manuales... nada, un planeta virgen, tal como
fue alguna vez. Estoy desnudo, no tengo casa... así que tengo que
vestirme, tengo que buscar una cueva. No tengo hilo de cobre ni sé
bien dónde tendré que excavar; en ese mundo puede haber otras
personas como yo, que saben algunas pocas cosas teóricas, pero que
nunca han trabajado en una mina ni ha hecho una instalación
eléctrica en una casa... Vénganse conmigo los más darwinistas,
vénganse a este mundo y díganme cuánto tiempo estiman que
tardaríamos en volver a tener lo que teníamos, ¿50 años, 100 o
más? En fin, pongámonos a calcular nuestra inutilidad a ver de qué
nos sirven estos genes tan evolucionados. Y eso que las condiciones
que pongo no son malas del todo, seguiríamos teniendo el lenguaje,
sabríamos que teóricamente se pueden hacer esas cosas.
No
somos nada, somos lo que no han enseñado, el hombre de hoy no es
mejor que el de hace mucho tiempo, no es más listo, simplemente ha
recibido, y gratis, todo lo que tiene. Dicen que recibir las cosas
sin ganarlas nos hace soberbios y caprichosos; y quizá ésos son los
principales materiales de los que están hechos muchas teorías. Yo
no sabría leer si nadie me hubiera enseñado, tampoco sabría atarme
los zapatos, ni hacerme la comida... Ni mis padres (dos) sin mis
abuelos, ni mis bisabuelos (4) sin mis tatarabuelos... ni mis
antepasados (una cantidad incontable entre la que, por endogamia, el
lector tendrá seguro algunos en común conmigo) sin sus antepasados.
Y
atendiendo a esa progresión geométrica, no se ve con facilidad que
apareciera un primer hombre sobre la Tierra (y menos sin una mujer -o
hembra mono, ratona o lo que se quiera imaginar- que fuera su madre,
a no ser que se justifique por creación directa) lo que dice la
lógica es que tuvieron que aparecer muchos a la vez. Que tuvieran
más pelo o menos pelo (a saber) o que andarán como jorobados o no,
es irrelevante para lo que verdaderamente interesa respecto de las
cualidades verdaderamente distintivas del ser humano.
Lo
cierto es que es gratuito pensar que, de haber tenido desde bebés
una educación como la nuestra y todo lo que tenemos nosotros, no
hubieran podido aprender igual que nosotros; eso es imposible
demostrarlo porque no podemos viajar en el tiempo para realizar tal
experimento, no se puede justificar mediante posibles diferencias
morfológicas ni una supuesta especiación; las pruebas tienen que
ser empíricas o demostrables de alguna manera; con esto sólo exijo
a los demás lo que a mí algunas veces me han exigido cuando he
intentado resolver algún problema matemático no demostrado; y no lo
he conseguido y me he tenido que aguantar y aceptar la negativa.
Una
conjetura se puede cumplir para billones de números seguidos, pero
hay que asegurar que se cumple siempre y sin que quede un resquicio
de duda; y cuando a alguien le dicen que el que haya billones de
números no lo demuestra y no se acepta, no llama al referee
creacionista ni le dice que tiene prejuicios religiosos ni nada
parecido (porque como se le ocurra dudar de la honradez intelectual
del referee le echan del foro o de la revista; doy fe de que lo he
visto hacer; y no fue a mí, no fui yo el protagonista).
Pero
volvamos al tema. El cerebro humano; ¿dónde está la memoria, dónde
la conciencia, en unas proteínas localizadas? Eso leí cuando
estudiaba, creo recordar, pero lo cierto es que hay estudios más
recientes que hacen ver que no se encuentra ninguna zona particular
del cerebro en el que estén los recuerdos o la conciencia.
Tenemos,
por ejemplo, a los investigadores Karl Lashley y Karl Pribram (de
distintas épocas).
El
primero hizo estudios y llegó a la conclusión de que los recuerdos,
la memoria o la información, no se almacenaba en un sitio concreto
del cerebro (fue a principios del siglo pasado). Más recientemente
Pribram llegó a la misma conclusión haciendo experimentos con
animales, amputándoles zonas del cerebro y observando su
comportamiento posterior. De la misma manera se observa que gente que
pierde masa encefálica, en un accidente, por ejemplo, no pierde
recuerdos en concreto ni deja de reconocer a sus familiares, etc.
(y
aquí tengo que decir que he conocido personalmente un caso).
Estas
cosas están ahí, es información que uno puede buscar. Y supongo
que los médicos neurólogos o con una especialidad afín que trate
los problemas del cerebro tendrán mucha información (no lo supongo,
sé que al menos algunos la tienen).
Todas
estas cosas de las que he venido hablando no dicen que sea mentira ni
verdad la evolución, simplemente plantean preguntas y objeciones que
no se deben esconder debajo de la alfombra por
miedo... no sé, por miedo a dar la razón a otros o
por miedo a hacerse creyentes de repente.
Da
igual que esté ahí esa
información,
al publico se le bombardea con los documentales sobre la evolución
del hombre y su cerebro, documentales en los cuales se da calidad de
certidumbre
a lo que no lo es, documentales llenos de actores disfrazados de
monos que, como mucho, saben encender fuego con
dos palos. Y
algunos de esos documentales son tan
antiguos
que dicen cosas que hoy en día niega hasta la propia teoría
sintética; ¿quién se ocupa de esto? Supongo que hay que rellenar
espacios televisivos con lo que sea, no importa el contenido ni
la formación de los espectadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario