martes, 26 de enero de 2016

Sobre ciencia y evolución (tercera parte)

Evolución tercera.

¿Qué sabemos de la ley de la gravedad?

Newton tenía la misma evidencia que cualquier ser humano, que las cosas caían al suelo; y no es verdad que tuvo que esperar a que cayera una manzana para formular su teoría de la gravedad; según las biografías cuentan que estuvo pensando muchas horas seguidas concentrado en su idea y sólo una manzana que cayó apartó su mente de sus reflexiones.

Pensaba en especial en qué mantenía a la Luna ahí, pensaba, entre otras cosas, en por qué no caía a la Tierra como los objetos cercanos a ella; algo que también, seguramente, se preguntaban muchos ya antes de que él naciera.

Entre los experimentos que describe Newton destaca el del cubo lleno de agua atado a una cuerda, al que hace girar deprisa observando que el agua no cae. Si la Tierra tiene una velocidad de traslación en una dirección y sentido, esta velocidad podría ser la responsable de que los objetos libres que pululan por la superficie del planeta no “caigan” hacia el espacio. Sin embargo, no hace falta ser Newton para darse cuenta de que la Tierra sujeta también a los objetos que no son empujados en esa dirección y sentido, a los objetos libres de toda su esférica superficie; así que si la velocidad fuera la responsable o única responsable de esa sujeción (como sí podría justificarse con el agua del cubo) las personas del otro lado del mundo se “caerían”.

Descartado eso, lo único que se le podía haber ocurrido a Newton o a cualquier persona en esa época para justificar la caída libre de los cuerpos (en el siglo XVII) es que la Tierra atraía las cosas hacia el centro de la esfera de alguna manera.

El que existe algo que hace “caer” las cosa es un hecho, el cómo, es una suposición y, hoy en día, no es la única posible suposición.

Si, por ejemplo, Newton hubiera tenido alguna evidencia empírica de que el Universo se expande, “se hincha”, podría haber barajado junto a otras posibilidades la de que también la Tierra, como podría ocurrir con todas las cosas materiales, se podría estar expandiendo en todas las direcciones y sentidos vectoriales y empujando así a las que entran en contacto con ellas, llegando de esta manera a “atraer” (o a mantener unidas por ese empuje) a las que estuvieran más cerca según la tasa de expansión de cada cuerpo.

Pero surgen siempre pegas, cosas que no se explican bien del todo.
Con la misma ley de atracción, donde se comparaba la Tierra con un imán, surgía y surge una pregunta que hay que responder; la Tierra no está hecha en su mayoría de material magnético, el granito, el plástico... la mayoría de los materiales no son atraídos por los imanes ni son magnéticos; por tanto hay una diferencia muy importante con ese paradigma, no está demostrado que la Tierra nos retenga del mismo modo que lo hace un imán, tiene que ser algo un poco diferente, la fuerza es de otro tipo; de momento la fuerza de la gravedad es mucho más débil que las demás y la más difícil de explicar (realmente no se ha podido explicar bien todavía) a nivel cuántico.

Ese modelo que decía de la expansión lo he comentado con bastantes físicos y matemáticos (siempre como una idea o modelo, no diciendo “esto es así y no hay otra verdad”) y nunca nadie me ha insultado ni me ha despreciado por ello, ha habido un diálogo cordial. Los físicos y matemáticos actuales saben que la realidad es algo muy esquivo y en muchas ocasiones existen distintos tipos de aproximaciones a la realidad; no sólo una. Pero se elige alguna de estas aproximaciones (y no siempre todos la misma, existen distintos puntos de vista dentro de las teorías más aceptadas) y a partir de ahí se formula un modelo matemático; que sirve para expresar el resultado de las mediciones que se hagan en los experimentos y sacar conclusiones. La aplastante mayoría son conscientes de que, mañana, nuevos resultados empíricos podrían contradecir muchas cosas con las que se trabaja hoy. Sin embargo, con restricciones, las teorías que funcionaron en el pasado no dejan de funcionar de manera “local”; aunque no sean verdades generales o sólo funcionen así en apariencia. La física de Newton sigue sirviendo, no es necesario en la mayoría de los cálculos cotidianos hacer correcciones relativistas ni nada parecido; no importa que no sea “la verdad absoluta”, lo que importa es que sirve para fabricar un aparato que haga esto o que haga lo otro y para que, así, sigamos inventando cosas útiles para desenvolvernos en este mundo gracias al avance de la tecnología.

De momento, tenemos una constante de gravitación “universal” que funciona bien en los cálculos que se hacen respecto de cuerpos más o menos cercanos a la Tierra (aunque es la constante física con más incertidumbre o error en cuanto a su medición). Pero el Universo es “infinitamente” más grande que el sistema solar; hay billones, trillones, no sé, de sistemas que tienen que existir en teoría pero que nadie ha visto todavía ni, por tanto, ha medido; se desconoce el radio, la masa de sus estrella, la cantidad de cuerpos... porque nadie los ha visto ni siquiera sabe nadie dónde se ubican exactamente (hasta que se descubran algún día por medio de un radiotelescopio o el aparato que sea). Podríamos encontrar algún sistema en el que (por razones de densidad, por la masa relativa de su estrella en comparación con los cuerpos circundantes o lo que fuera) nos hiciera ver que el valor de la constante “G” difiere más de la cuenta arrojando un error demasiado grande en su medición.

¿Saben lo que implicaría esto?

La edad del Universo es teórica, depende, entre otras cosas, del valor de “G”; si algún día se encontrara que “G” cambia mucho en un lugar remoto del Universo, no se podría seguir asumiendo como Universal y los cálculos relativos al modelo cosmológico (edad del Universo, densidad estimada, etc.) serían una incógnita. Porque resulta que se supone que en el “globo” del Universo actúa la misma “G” que en la Tierra o en los cuerpos más cercanos a ella.

La gravedad de un cuerpo es algo que se puede calcular indirectamente; por ejemplo, conociendo su masa, la de la estrella que orbita, su distancia y su velocidad y tiempo en girar en torno a la estrella. De ahí se puede deducir también la constante “G”; que para los cuerpos observados del sistema solar tiende a un valor que es más o menos el mismo para todos.

Pero la medición directa se hace con un aparato llamado balanza de torsión de Cavendish; y, ya digo, se produce una incertidumbre considerablemente mayor que en la medición de la mayoría de las otras constantes físicas (o así era cuando yo estudié).

Por decirlo de forma rápida y simplificada, la balanza de Cavendish simula un sistema planetario mediante dos bolas unidas por una varilla que puede girar u oscilar. Esta varilla, junto a las bolas, está colocada horizontalmente mientras que la gravedad de la Tierra y la fuerza normal al plano no dejan de actuar también sobre las esferas (verticalmente, sobre el “eje Y”, digamos). El que actúen dos “gravedades” tan “juntas” sobre esas esferas complica el poder sacar una conclusión teórica “limpia” (porque no es como en los problemas simples de sólidos) pero lo cierto es que parece que da un valor que se ajusta aproximadamente al que funciona (al menos) respecto de los cuerpos cercanos o relativamente cercanos a la Tierra.

La cuestión es que es un experimento que realizamos sobre un planeta concreto, con una masa concreta y que gira en torno a una estrella que también tiene una masa concreta; y, por tanto, existen interacciones que no se pueden suponer a priori universales; por poder, sí se puede y se hace, pero porque no hay otra cosa a nuestro alcance más que lo que tenemos relativamente cerca para observar (son verdades restringidas). En el futuro tendremos más cosas para observar y pudiera ser que surja la necesidad de cambiar; en física se habla de teorías provisionales donde unas (como la física cuántica) parecen ser más seguras que otras porque sus predicciones se cumplen mejor y con más exactitud. La gravedad es la fuerza más antigua conocida y a la vez más enigmática, la principal responsable de que cueste tanto unificar la física.

Por lo que yo he observado, y por las impresiones que he intercambiado, los físicos no se preocupan en profundidad por someter a análisis otras ciencias más alejadas de su campo; la mayoría lo hacen pero superficialmente, como diciendo “yo no me meto en lo tuyo y tú no te metas en lo mío”; o, quizá, es porque su interés por otras cosas no va más allá de la mera curiosidad. Tal vez haga falta más contacto, un debate científico más amplio y general.

Así pues, como decía, la teoría de la gravedad parte de una suposición inicial; hay una fuerza o algo que tira hacia dentro como un imán, porque no se encuentra otra justificación, no porque se “vea”; y hoy en día nadie dice que sea mentira absoluta, pero más adelante surgen otras ideas, otros modelos (como pueda ser el de Einstein, donde la gravedad es producida por una deformación del espacio, y otros más).


Cuando aparecen ideas nuevas, la mayoría de las veces, aparece junto con ellas una fuerte oposición y tales ideas tardan en calar y en ponerse en práctica (así como tardan en ser materia oficial de estudio). Y no sólo pasa con teorías; cuando se inventó la luz de gas, tardó un siglo en iluminar las ciudades más importantes del mundo porque existían intereses por parte de las empresas que fabricaban las velas; esto es algo que leí en un libro científico mucho antes de que existiera internet, es algo contrastado, no pertenece a las teorías de la conspiración de ahora ni lo he sacado de ningún blog extraño (ni esto ni nada de lo que digo).

Los jóvenes (y viejos también) profesores, los estudiantes, los divulgadores científicos y, en definitiva, todos a los que interese la ciencia, deben saber que el debate sobre la teoría de la evolución y otras discusiones científicas no se ve afectado (o no debería verse afectado) por la condición de ser creyente o no creyente de nada; ya lo dije: el todo (conjuntos de universos o lo que sea) o ha salido de la nada o ha existido siempre (o bien alguna o algunas cosas han existido siempre pero no todas, perdón por no haber matizado la otra vez que dije esto; todos caemos en trampas lógicas y definiciones insuficientes sin quererlo). Si consideramos la primera premisa y decimos que ha salido de la nada, ya da un problema indecidible; habría que admitir que la nada puede producir algo, cosa que nadie puede concebir, pues no existe energía, materia, información previa ni nada previo. Parece que tiene que haber existido algo desde siempre, aunque sea información a nivel abstracto. Si ese algo ha actuado con voluntad (o inteligencia, si es que alguien encuentra un definición buena para eso) o sin ella, no es el primer problema a dilucidar; nos da igual, porque tanto si es de una manera como de otra sigue siendo inexplicable. Y el que quiera explicarlo, que lo explique, así nos reímos todos un poco (pero cuidado, yo no me río de las creencias de ningún tipo ni descarto nada que no pueda demostrar como falso yo mismo, me río de los intentos vanos de explicar lo que no se puede explicar).

Lo que podemos aceptar es lo que observamos nosotros directamente (directamente, digo; aceptar observaciones de otros también vale, pero ya se sabe lo que pasa, las hay contradictorias y también hay quienes pueden decir que han observado algo y sólo nos están contando las noticias que tienen de lo que dicen que han observado otros).

Todo esto se resume en una cosa: la conclusión más cierta y a la vez más segura es la duda, la no conclusión, el “yo sólo sé que no sé nada” atribuido a Sócrates (que ni siquiera lo dejó escrito porque no dejó nada escrito o, si fue así, no se ha encontrado nada directamente escrito por él, por tanto, ni siquiera es seguro que dijera eso).

Es importante conocer los datos históricos y más importante pensar en las inseguridades que puedan implicar. El dogmatismo es directamente proporcional al poco tiempo de reflexión, de conocimientos y de investigación.

Pongo aquí el enlace a un programa que uso de vez en cuando:


Es muy potente, se pueden hacer con él ecuaciones diferenciales, diofánticas... matemáticas aplicadas a la medicina, a la economía... incluso a la música, Vengo usándolo desde hace años y me sigue pareciendo una herramienta on line estupenda (hay otras que también están muy bien, con las que incluso se puede programar en on line y en distintos de lenguajes de alto nivel, pero con ésta puede valer).

Con este y otros recursos que contamos hoy ya no necesitamos ser máquinas ni gastar días en hacer cálculos complicados; podemos comprobar en muy poco tiempo la veracidad de unos datos o predicciones personales. Los estudiantes y profesionales de ingeniería, física, etc., conocen estas herramientas, pero quizá no tanto los de otras ciencias.

Y quien dice profesionales o estudiantes, dice cualquiera que tenga interés en investigar aunque sólo sea por inquietud, por saber qué puede estar más cerca de lo cierto.

Pero hay que aprender a usarlo; se puede emplear código latex o algunos símbolos convencionales matemáticos de programación. Luego, si se quiere comprobar si un número grande es primo, pues tendríamos que poner, por ejemplo, “is 10039 prime?”. El programa nos puede dar también la cantidad de primos que hay entre un número y otro poniendo usando la frase; si le damos esto, por ejemplo

2,4,8,16,...

Nos dirá que el enésimo término de la sucesión es es 2 elevado a la “n” (y así con otras series). Pero hay que poner la coma antes de los puntos suspensivos, si no, no sale...

Son muchas muchas cosas que sólo se aprenden usando el programa, investigando. Si alguien lo quiere usar primero tiene que aprender, por muy “evolucionado” que esté.

Hablaba en otra entrega de los niños salvajes que se crían con animales, que no aprenden a hablar y no hay quien les enseñe después, cuando son rescatados por sus congéneres. ¿Existen esos niños de verdad? Por lo que he buscado, y por alguna noticia que leí hace muchos años en el periódico, sí; pero una vez más, el dato no es directo, yo no lo he visito. Vamos, sí, he visto películas, pero eso es como ver documentales de hombres primitivos donde unos actores van haciendo el mono.

En internet encuentro este enlace, por ejemplo:




Pero ya digo que para mí no es suficiente; me da seguridad, tampoco es que dude muchísimo, pero necesito “tocar” para creer.

Y resulta que busco y me encuentro a mí mismo; yo sirvo como hombre salvaje. Imagino que, de repente, desaparecen del mundo todos los avances que disfruto: no queda ni ese programa ni ordenadores ni luz eléctrica ni libros ni manuales... nada, un planeta virgen, tal como fue alguna vez. Estoy desnudo, no tengo casa... así que tengo que vestirme, tengo que buscar una cueva. No tengo hilo de cobre ni sé bien dónde tendré que excavar; en ese mundo puede haber otras personas como yo, que saben algunas pocas cosas teóricas, pero que nunca han trabajado en una mina ni ha hecho una instalación eléctrica en una casa... Vénganse conmigo los más darwinistas, vénganse a este mundo y díganme cuánto tiempo estiman que tardaríamos en volver a tener lo que teníamos, ¿50 años, 100 o más? En fin, pongámonos a calcular nuestra inutilidad a ver de qué nos sirven estos genes tan evolucionados. Y eso que las condiciones que pongo no son malas del todo, seguiríamos teniendo el lenguaje, sabríamos que teóricamente se pueden hacer esas cosas.

No somos nada, somos lo que no han enseñado, el hombre de hoy no es mejor que el de hace mucho tiempo, no es más listo, simplemente ha recibido, y gratis, todo lo que tiene. Dicen que recibir las cosas sin ganarlas nos hace soberbios y caprichosos; y quizá ésos son los principales materiales de los que están hechos muchas teorías. Yo no sabría leer si nadie me hubiera enseñado, tampoco sabría atarme los zapatos, ni hacerme la comida... Ni mis padres (dos) sin mis abuelos, ni mis bisabuelos (4) sin mis tatarabuelos... ni mis antepasados (una cantidad incontable entre la que, por endogamia, el lector tendrá seguro algunos en común conmigo) sin sus antepasados.

Y atendiendo a esa progresión geométrica, no se ve con facilidad que apareciera un primer hombre sobre la Tierra (y menos sin una mujer -o hembra mono, ratona o lo que se quiera imaginar- que fuera su madre, a no ser que se justifique por creación directa) lo que dice la lógica es que tuvieron que aparecer muchos a la vez. Que tuvieran más pelo o menos pelo (a saber) o que andarán como jorobados o no, es irrelevante para lo que verdaderamente interesa respecto de las cualidades verdaderamente distintivas del ser humano.

Lo cierto es que es gratuito pensar que, de haber tenido desde bebés una educación como la nuestra y todo lo que tenemos nosotros, no hubieran podido aprender igual que nosotros; eso es imposible demostrarlo porque no podemos viajar en el tiempo para realizar tal experimento, no se puede justificar mediante posibles diferencias morfológicas ni una supuesta especiación; las pruebas tienen que ser empíricas o demostrables de alguna manera; con esto sólo exijo a los demás lo que a mí algunas veces me han exigido cuando he intentado resolver algún problema matemático no demostrado; y no lo he conseguido y me he tenido que aguantar y aceptar la negativa.

Una conjetura se puede cumplir para billones de números seguidos, pero hay que asegurar que se cumple siempre y sin que quede un resquicio de duda; y cuando a alguien le dicen que el que haya billones de números no lo demuestra y no se acepta, no llama al referee creacionista ni le dice que tiene prejuicios religiosos ni nada parecido (porque como se le ocurra dudar de la honradez intelectual del referee le echan del foro o de la revista; doy fe de que lo he visto hacer; y no fue a mí, no fui yo el protagonista).

Pero volvamos al tema. El cerebro humano; ¿dónde está la memoria, dónde la conciencia, en unas proteínas localizadas? Eso leí cuando estudiaba, creo recordar, pero lo cierto es que hay estudios más recientes que hacen ver que no se encuentra ninguna zona particular del cerebro en el que estén los recuerdos o la conciencia.

Tenemos, por ejemplo, a los investigadores Karl Lashley y Karl Pribram (de distintas épocas).

El primero hizo estudios y llegó a la conclusión de que los recuerdos, la memoria o la información, no se almacenaba en un sitio concreto del cerebro (fue a principios del siglo pasado). Más recientemente Pribram llegó a la misma conclusión haciendo experimentos con animales, amputándoles zonas del cerebro y observando su comportamiento posterior. De la misma manera se observa que gente que pierde masa encefálica, en un accidente, por ejemplo, no pierde recuerdos en concreto ni deja de reconocer a sus familiares, etc. (y aquí tengo que decir que he conocido personalmente un caso).

Estas cosas están ahí, es información que uno puede buscar. Y supongo que los médicos neurólogos o con una especialidad afín que trate los problemas del cerebro tendrán mucha información (no lo supongo, sé que al menos algunos la tienen).

Todas estas cosas de las que he venido hablando no dicen que sea mentira ni verdad la evolución, simplemente plantean preguntas y objeciones que no se deben esconder debajo de la alfombra por miedo... no sé, por miedo a dar la razón a otros o por miedo a hacerse creyentes de repente.

Da igual que esté ahí esa información, al publico se le bombardea con los documentales sobre la evolución del hombre y su cerebro, documentales en los cuales se da calidad de certidumbre a lo que no lo es, documentales llenos de actores disfrazados de monos que, como mucho, saben encender fuego con dos palos. Y algunos de esos documentales son tan antiguos que dicen cosas que hoy en día niega hasta la propia teoría sintética; ¿quién se ocupa de esto? Supongo que hay que rellenar espacios televisivos con lo que sea, no importa el contenido ni la formación de los espectadores.









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